Las habladurías del caporal provocan la ira de Don Andrés, quien al no poder increpar directamente al agresor (éste en su condición de caporal está vigilando unas labores de campo, en un lugar distante) apela al recurso de enviarle una carta, en la cual desahoga toda su cólera contra quien osó hablar mal de él. Pero como don Andrés es analfabeto recurre a su hija “Patora” para la confección de la carta. El relato recoge literalmente lo que el campesino negro va “dictando” a su hija:
“Ponle ahí, Patora –dijo don Andrés-, que su boca esuna miera, que su diente esota miera, su palaibra un montón de miera... Miera esa mula que monta. Miera su epuela. Miera”.
Concluida la carta, que no es sino la repetición inacabable de este conocido insulto popular, Don Andrés solicita a su hija que le lea la carta para dar su aprobación final. Al escuchar una y otra vez la palabra que él mismo ordenara, el negro queda un poco impresionado por su abrumadora presencia y entonces para suavizar la dureza le ordena a su hija:
“Oye, Patora –dijo finalmente-, quítale un poco e miera a ese papé”.
AUTOR: Antonio Gálvez Ronceros
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